29 dic 2011

Horarios de Misa



PARROQUIA SAN BENITO – PAYSANDÚ
HORARIO DE MISAS para 31 y 1º de enero






25 dic 2011

Educar a los jóvenes en la justicia y la paz





MENSAJE DE SU SANTIDADBENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA 
XLV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2012

EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ

1. El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz.
¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.
En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.
Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.
Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.
Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario.
Es importante que estos fermentos, y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención
en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y los anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver «cosas nuevas» (Is 42,9; 48,6).

Los responsables de la educación
2. La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar –que viene de educere en latín– significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Ese proceso se nutre del encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven. Requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone.
¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. «En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro»[1].Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz.
Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica.
Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino formativo que no contraste con su conciencia y principios religiosos.
Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.
Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se le niegue el derecho a la instrucción y las familias puedan elegir libremente las estructuras educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos.
No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona.
También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz.

Educar en la verdad y en la libertad
3. San Agustín se preguntaba: «Quid enim fortius desiderat anima quam veritatem? - ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?»[2]. El rostro humano de una sociedad depende mucho de la contribución de la educación a mantener viva esa cuestión insoslayable. En efecto, la educación persigue la formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fin último y al bien de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza. Contemplando la realidad que lo rodea, el salmista reflexiona: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8,4-5). Ésta es la cuestión fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad –no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida– porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así pues, reconocer con gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la propia dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona. Por eso, la primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano y ayudar a los otros a llevar una vida conforme a esta altísima dignidad. Nunca podemos olvidar que «el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones»[3],incluida la trascendente, y que no se puede sacrificar a la persona para obtener un bien particular, ya sea económico o social, individual o colectivo.
Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.
La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común»[4].
Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido[5].Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas.
El uso recto de la libertad es, pues, central en la promoción de la justicia y la paz, que requieren el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, aunque se distancie de la propia forma de ser y vivir. De esa actitud brotan los elementos sin los cuales la paz y la justicia se quedan en palabras sin contenido: la confianza recíproca, la capacidad de entablar un diálogo constructivo, la posibilidad del perdón, que tantas veces se quisiera obtener pero que cuesta conceder, la caridad recíproca, la compasión hacia los más débiles, así como la disponibilidad para el sacrificio.
Educar en la justicia
4. En nuestro mundo, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, más allá de las declaraciones de intenciones, está seriamente amenazo por la extendida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del tener, es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor[6].
No podemos ignorar que ciertas corrientes de la cultura moderna, sostenida por principios económicos racionalistas e individualistas, han sustraído al concepto de justicia sus raíces transcendentes, separándolo de la caridad y la solidaridad: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo»[7].
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt5,6). Serán saciados porque tienen hambre y sed de relaciones rectas con Dios, consigo mismos, con sus hermanos y hermanas, y con toda la creación.
Educar en la paz
5. «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad»[8].La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios. Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz: en Él, en su cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cf. Ef 2,14-18); en Él, hay una única familia reconciliada en el amor.
Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt5,9).
La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.
Levantar los ojos a Dios
6. Ante el difícil desafío que supone recorrer la vía de la justicia y de la paz, podemos sentirnos tentados de preguntarnos como el salmista: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1).
Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno.
Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?»[9]. El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz, porque todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13,1-13).
Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo.
Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz.
A todos vosotros, hombres y mujeres preocupados por la causa de la paz. La paz no es un bien ya logrado, sino una meta a la que todos debemos aspirar. Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz. Consciente de todo ello, os envío estas reflexiones y os dirijo un llamamiento: unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para «educar a los jóvenes en la justicia y la paz».

Vaticano, 8 de diciembre de 2011
BENEDICTUS PP XVI







"Gran Alegría" por el nombramiento



Comunicado de la Santa Sede:

Il Santo Padre ha nominato Vescovo Ausiliare di Montevideo (Uruguay) il Rev.do P. Daniel Fernando Sturla Berhouet, S.D.B., assegnandogli la sede titolare di Felbes.

Rev.do P. Daniel Fernando Sturla Berhouet, S.D.B.
Il Rev.do P. Daniel Sturla Berhouet, S.D.B., è nato il 4 luglio 1959 a Montevideo. È stato ordinato sacerdote il 21 novembre 1987.

Dopo aver ottenuto il Baccalaureato in Diritto Civile nell’ Instituto Juan XXIII, ha compiuto gli studi di filosofia e Scienze dell’Educazione nell’Instituto Miguel Rúa dei Salesiani a Montevideo.
Ha studiato teologia nell’allora Instituto Teológico dell’Uruguay Mons. Mariano Soler, ottenendovi la Licenza in Teologia nel 2006.

Come sacerdote ha ricoperto i seguenti ministeri: Vicario del Noviziato e Postnoviziato Salesiano, Direttore dell’Aspirantato Salesiano e Maestro dei Novizi, Direttore dell’Istituto Pre-universitario Juan XXIII e Professore di Storia della Chiesa.

Attualmente è Ispettore Salesiano nell’Uruguay e Presidente della Conferenza dei Religiosi dell’Uruguay.



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Mons. Sturla será ordenado el 4 de marzo, anunció Mons. Cotugno

El Arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno, dirigió una líneas a toda la Comunidad Arquidiocesana en las que expresa su “gran alegría” ante la designación del P. Daniel Sturla como Obispo Auxiliar de Montevideo, el pasado 10 de diciembre. “Felicito de corazón a este nuevo hermano en el episcopado, que tendré la alegría de ordenar el Domingo 4 de marzo del próximo año”, anunció el Pastor.

Texto de la carta de Mons. Nicolás Cotugno:


A toda la Comunidad Arquidiocesana:


Por medio de estas líneas quiero compartir con ustedes mi gran alegría por el regalo que nos ha hecho el Santo Padre BenedictoXVI, al nombrar un nuevo obispo auxiliar para nuestra Arquidiócesis deMontevideo.

Estoy seguro que las cualidades humanas y espirituales del Rev. P. Daniel Sturla sdb, hasta ahora Inspector Salesiano en el Uruguay, enriquecerán la vida pastoral de nuestra Arquidiócesis, siendo para mí de gran ayuda en la misión de pastorear esta Iglesia Particular.

Felicito de corazón a este nuevo hermano en el episcopado, que tendré la alegría de ordenar el Domingo 4 de marzo del próximo año.

Invito a todos a recibirlo con afecto fraterno y espíritu de colaboración, en este nuevo servicio que la Iglesia le ha pedido.

Deseándoles un fecundo Adviento, los bendigo en el Señor.

+ Nicolás Cotugno sdb
Arzobispo de Montevideo


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Los desafíos del nuevo Obispo Auxiliar de Montevideo Daniel Sturla



El Quincenario de la Arquidiócesis de Montevideo “Entre Todos”, en su última edición (N° 269), publica una extensa entrevista al recientemente designado Obispo Auxiliar de Montevideo, Mons. Daniel Sturla, en la que comparte sus experiencias, sus vivencias como sacerdote salesiano y sus expectativas ante la nueva responsabilidad que le encomienda el Papa Benedicto XVI.


Entre Todos: ¿Podemos conocer tu familia y tu experiencia de niño?

Daniel Sturla: Soy el menor de 5 hermanos: Martín, el mayor, María Isabel, María Antonia y María Laura, y el último que soy yo. Mi padre era abogado,mamá ama de casa. Ellos se conocieron en la Facultad de Derecho. Era un católico militante en la Iglesia, mi madre no, su padre noera creyente, sí su madre. Mi madre sólo era bautizada, no practicaba la fe. Cuando se ennoviaron mi padre le regaló un libro, “Nostalgia de Dios” y a partir de allí, mi madre hizo una búsqueda religiosa, tomó la comunión ya mayor, siendo estudiante de facultad. Formaron una familia católica, nosotros participábamos de la parroquia de María Auxiliadora en los Talleres de Don Bosco, porque vivíamos muy cerca, la casa de mi abuela donde residíamos estaba en la calle Canelones y Pablo de María. 

Mis primeros recuerdos de misa yendo en familia, fue en ese templo. Después nos mudamos a Pocitos, los varones fuimos a cursar primaria en el San Juan Bautista y las chicas en el colegio de la Misericordia. En el “San Juan” cuando tenía apenas 6 años tomé la comunión; fuimos uno de los últimos grupos que tomamos la eucaristía a esa edad, ya que Concilio Vaticano mediante, se elevó la recepción de ese sacramento una edad más avanzada. Fueron recuerdos muy hermosos tanto de la experiencia familiar como de la experiencia parroquial que era la misa dominical. Como también mucho del “San Juan” donde hice los cursos de primaria y secundaria.

En mi adolescencia fue una fuerte experiencia el fallecimiento de mis dos padres. Papá falleció cuando tenía 13 años, y a los dos años mi madre se enferma y fallece en un año. Cuando terminaba 4to de liceo ella murió. Mis hermanos mayores comenzaron a trabajar al fallecimiento de mi padre, para mantener la familia y ayudar a mi madre. Luego de fallecida mamá los cinco hermanos nos pusimos la casa al hombro, y salimos adelante, también con la ayuda de unas tías muy buenas, que el Señor puso en nuestro camino y que nos ayudaron mucho y que son un tesoro que tenemos.



¿Podemos hacer un balance de esos primeros años?

- De esa experiencia rescato la vida de fe de mi familia, la presencia de unos padres estupendos aunque murieron jóvenes. Los cinco hermanos nos organizamos, con la ayuda de estas tías, pero salimos adelante, en estudios, en trabajo, en responsabilidades. Mi hermano se transformó en mi tutor. Pero había una ley que todos teníamos que “tirar juntos del carro” una solidaridad que nos unía a los cinco y que continuó toda la vida


¿Pasamos al tiempo de adolescente?

- En la experiencia de adolescente, cuando estaba en segundo de liceo, fuimos invitados a pintar camas en el Pedro Visca, un hospital de niños que estaba en el local de la actual facultad de Ciencias Económicas, sobre Gonzalo Ramírez. A raíz de esa experiencia y guiados por un asesor, Pablo Costa, nos integramos, de a poco, en el Movimiento Castores que llevaban adelante los Jesuitas, y que estaban muy conectados al colegio. En esa época tenían una fuerte presencia la comunidad Cabré (jesuita) que estaba integrada por los padres Romi Lezama Perico Pérez Aguirre, Yolo Mosca, Crovara y algunos otros. En esos años pase de “hornero” a “castores”. 

Fue una experiencia muy fuerte porque me permitió abrir del mundo de la fe que yo vivía desde niño, al mundo del servicio, del trabajo con los más pobres. Y así pintando camas en el Pedro Visca, ayudando en el Cotolengo Don Orione, o en una cooperativa de viviendas, allá por Colón, donde en el último año íbamos a colaborar en las tareas de construcción de viviendas. Al culminar cuarto de liceo, mi madrina se ofreció para pagarme los estudios en el Juan XXIII, y allí fue donde me propusieron la vocación salesiana. En el año 1976, había una comunidad hermosa de salesianos, estaba Félix Irureta, y también Enrique Bissio, Walter Fuidio, Carlos Bajac. Y en esa experiencia hermosa del “Juan”, en un retiro una chica me dijo, “vos tendrías que ser cura”.

Era el 8 de setiembre, la fiesta de la natividad de María; para mi casa un día muy especial ya que en ese día se habían ennoviado mis padres. Ese día fui a misa y luego el Padre Irureta, me llamó a su escritorio, y me propuso si nunca me había planteado la vida religiosa. Me invitó a un encuentro que había para jóvenes que se planteaban la vocación. Yo le dije que lo iba a pensar, pero él me dijo que me hacía esa propuesta, pero nunca más, me la iba a realizar, que me dejaba en total libertad. Yo lo pensé y a los dos días fui a decirle que no, que no lo descartaba totalmente, pero mi vida iba por otro lado. A mí me gustaba mucho la historia, el derecho, tenía un grupo muy lindo de chicos y chicas con los que salíamos, y que todavía nos encontramos varias veces al año y a fin de año hacemos una misa y un asado, lo que ha sido una experiencia muy bonita hasta hoy. La semilla sacerdotal había sido sembrada, pasaron dos años, pero la pregunta seguía en mí.


-¿Así llega la respuesta al llamado?

-Terminé el “Juan” y comencé a estudiar profesor de Historia y Facultad de Derecho. Y quise dar respuesta a esa pregunta que había quedado pendiente. Comencé a dirigirme con el Padre Walter Fuidio, él me invitó a dar catequesis en la escuela primaria de Talleres Don Bosco. Yo ya había dejado la experiencia de “Castores” entonces no tenía un apostolado. Y fui viendo una presencia de María Auxiliadora en mi vida, como muy importante. El Padre Irureta me había regalado un libro sobre Don Bosco, que produjo un cambio en mi. Dije: “esto es lo mío, es lo que quiero para mi vida”, me atrapó Don Bosco. Tomé la decisión de entrar en la congregación. Y llegué en 1979 al Noviciado Salesiano. Mi maestro de Novicios fue el padre Mario Silvestre. Era una comunidad hermosa, allí hice el noviciado, el postnoviciado.


-¿Llega el tiempo de la formación?

- En la etapa de formación fue linda pero el primer año, al no haber hecho el aspirantado, e ingresar directamente en el noviciado se me plantearon todas las dudas vocacionales. Recuerdo que en setiembre estuve apunto de retornar a mi casa. Me parecía todo muy lindo pero que no era para mí. Influyeron en ese momento los formadores, mi maestro y el padre Luis Smith, me acompañaron y resolví quedarme y hacer la profesión religiosa. Luego vinieron dos años de experiencia pastoral, la hice en los Talleres, el director era Nicolás Cotugno. Una comunidad grande y bonita, con un trabajo intenso. Estuve trabajando en una escuela primaria, en un tema complejo y luego como asistente de los pupilos que estaban en Talleres.Y luego llegan los cuatro años de Teología en el entonces “Itums”, hoy Facultad de Teología, con buenos profesores y un lindo grupo de compañeros entre los que estaba también Monseñor Arturo Fajardo, compañero de la misma generación.


-¿En paralelo, seguían experiencias de trabajo pastoral?

- Yo estuve en esos años trabajando en Tacurú que se había formado en 1981 como una inquietud de los seminaristas que estábamos en la calle Millán, acompañados por el padre Techera y el padre Vicentini. Comenzamos esa experiencia como un Oratorio Festivo, pero los fines de semana reuníamos chiquilines de los que trabajaban en las calles quienes vendían caramelos, lustrabotas, canillitas. Íbamos a los lugares donde estaban o donde se surtían de caramelos, en el PasoMolino, y allí hablábamos, los invitábamos y comenzó Tacurú que tiene el símbolo de la “hormiguita trabajadora”.

En el año 1986, la Inspectoría vivió un momento muy importante pues en un Capítulo, en una Asamblea, se resolvió crear una Obra Nueva para la chiquilinada más pobre de Montevideo, se tomó como base la obra del Tacurú y así se comenzó una comunidad con el Padre Mateo. En el tiempo de estudios de teología, estuve en Tacurú, en el Movimiento Juvenil Salesiano y en la capilla Sambartolo, en el norte de Montevideo, pegado a la ciudad de La Paz. Allí me ordené de diácono, en e laño 1987, junto a otros tres compañeros. Y el 21 de noviembre del 87, en la parroquia María Auxiliadora de la calle Canelones fui ordenado sacerdote junto con el Padre Daniel Costa, por manos de Monseñor Gottardi.


-¿Luego viene la vivencia sacerdotal, como la iniciaste?

.Ordenado sacerdote el Padre Inspector Víctor Reyes, me envía a Talleres Don Bosco como consejero de estudios, encargado de la disciplina. Fueron tres años duros, porque era un servicio difícil para mí, que no pegaba mucho con mis características personales. Encontré una comunidad fraterna y hermanos que me ayudaron mucho. Después de esa experiencia fui enviado a la formación de los salesianos, donde estuve 12 años en tareas de ese campo. Fui Encargado de los post novicios, Director del Aspirantado y después Director y Maestro de novicios en la Avenida Millán. Doce años en total en un trabajo silencioso y poco gratificante. Porque la casa de formación en desafiante pero al mismo tiempo tiene una carga pesada, diferente al trabajo pastoral directo de otras casas. Los fines de semana teníamos un oratorio en el barrio Lavalleja, con novicios y post novicios, llegábamos también al barrio 40 semanas. Era el Oratorio “San Andrés”, una experiencia preciosísima. El oratorio era en el mismo barrio, que vivía muchas dificultades, donde el oratorio era muy querido y no teníamos edificios, una señora nos prestaba su casa para hacer la merienda. Algunas veces íbamos a la entonces capilla de San José de las Instrucciones. Fue una experiencia de contacto muy directo con esa barriada muy querida y muy importante. Y también muy desafiante. Allí trabajamos con niños, adolescentes y jóvenes, teníamos un grupo de jóvenes grandes, celebrábamos misas en el barrio, en algunos acontecimientos importantes. Y una experiencia vinculada a Tacurú por cercanía física pero distinta.


-¿Al culminar ese período, llega la experiencia de dirigir en el Juan XXIII?

-Tuve la gracia de participar de dos Capítulos Generales el XXV y el XXI de toda la Congregación. El primero en el año 2002, a ambos fui elegido por los hermanos del Uruguay para ir a representarlos. Fue una experiencia de “mundialidad”, había representantes de los salesianos de todo el mundo. También la experiencia de elegir al Rector Mayor y a los miembros del Consejo, una responsabilidad muy grande de discernimiento en el Espíritu Santo. Cuando terminó el Capitulo General XXV, hubo cambio de Inspector en Uruguay, yo terminaba el periodo de Maestro de Novicio y fui enviado acomo Director al Instituto Juan XXIII, de fines del 2002 a fines del 2008. Vivimos otra experiencia hermosa con los jóvenes del Colegio, con la Comunidad Salesiana, con la Comunidad Educativa, profesores, animadores, equipo directivo muy jugados por el bien de los chiquilines, con alegría pudimos vivir y desarrollar el carisma de Don Bosco en el contacto directo con los chicos que me hizo mucho bien en mi vida sacerdotal. Me permitieron estar cercanos a ellos y acompañarlos.También gracias a Dios desde el Juan XXIII se atienden cuatro Oratorios festivos en barrios populares de Montevideo, lo que me permitió seguir muy vinculado a la experiencia oratoriana, sea Villa García, en el km. 16, y mucho en Aires Puros, hicimos todo un cambio de la casa, ya que al levantarse los asentamientos sobre el Arroyo Miguelete pudimos conseguir un terreno de la Intendencia y construir una casa para el Centro Salesiano de Aires Puros, se logró la ayuda de muchos ex alumnos del Juan. Fue una experiencia apostólica muy interesante.


-¿También fue un tiempo de avanzar en la Licenciatura?

- En esos años, a medida que el tiempo me permitía fui haciendo avances en mi licenciatura. En 2005 me pidieron si no podía terminar la licenciatura, rindiendo las materias que me faltaban y hacer la tesis final. Con la ayuda del Padre Juan Villegas, un santo varón y un eminente profesor, además de un gran amigo, a quien mucho quiero, doctor de historia americana de la Universidad de Colonia en Alemania, hice la tesis que si bien era de teología con reflexión teológica, tenía una base histórica que es lo que a mí me gusta, y que se refiere a la “secularización del calendario en Uruguay”, continuando un trabajo que había hecho antes para el Bachillerato de Teología y que se refería a la “separación de la Iglesia y el Estado en Uruguay”. Como conclusión de la licenciatura se me invitó a dar clases en la Facultad de Teología de Historia de la Iglesia, supliendo nada menos que a Villegas que ya estaba muy enfermo y al poco tiempo falleció


.¿Al culminar la experiencia del Juan XXIII, surgen nuevos desafíos?

-La experiencia del Juan concluye al culminar el período como Inspector de Juan Algorta y yo participo del XXVI Capítulo General del 2008 y a mitad de ese año el Rector Mayor me llama, luego de consultar a la Inspectoría y me indica que me nombra Inspector Provincial de los Salesianos en Uruguay, pero que iniciaba mi período en octubre. Con Algorta, llevamos ese tiempo de cambio, tres meses, muy juntos. En octubre del 2008, comencé la tarea de Inspector Provincial salesiano, hasta este 10 de diciembre en que el Papa me “jubiló”. Fueron tres años muy intensos de mucho trabajo con una responsabilidad grande pero que con la ayuda de los hermanos que integran el Consejo Inspectorial y con la benevolencia de todos los salesianos que me apoyaron, culmino dando gracias a Dios por todo lo que pudimos hacer. Sobre todo en el último año en un proceso de discernimiento para revisar nuestra experiencia en Uruguay en vista a revitalizarla, en un momento en que hay una disminución en el número de salesianos en América Latina y, como queremos vivir fuertemente nuestra vocación y nuestro carisma, entendimos y vemos necesario reagrupar fuerzas para poder servir mejor. De la experiencia como Inspector,el regalo más grande que Dios me ha hecho, fue ver cómo la mano de Dios actúa a través del bien inmenso que la congregación hace en Uruguay, desde las parroquias, las obras sociales, los colegios; pienso en Talleres Don Bosco con más de 120 años de experiencia., la obra del Paiva en el campo cerca de Sarandí del Yi, experiencia única de la Iglesia en el Uruguay. Una obra que permite que 60 chicos de familias pobres del campo, alejados de las ciudades, vayan a nuestro campo y concurran al liceo de Sarandí del Yí. Hay, también un aprendizaje sencillo de oficios que los habilita para trabajar, pero la obra del Payva beca chicos para que continúen sus estudios en Talleres, en la Universidad, y desde el Payva se le sigue pagando la residencia en Montevideo. El Tacurú ha sido el buque insignia de los salesianos, pero también las obras escolares, y otras como la obra “Tirapiedras” en Melo, la obra “100 manzanas” en Salto. Y si uno amplia la mirada, como ahora la obediencia me invita a hacerlo, uno advierte cuánto bien hace la Iglesia en nuestro país, cada día. Si pensamos en el bien que la Iglesia está haciendo, uno ve la maravillosa acción de una Iglesia que si bien no tiene la fuerza ni la relevancia social de las Iglesias de otros países del continente, vemos igual que es un aporte invalorable para la sociedad en Uruguay.


-¿Sentiste cercana la experiencia misionera que llevan adelante algunos uruguayos en África?

- Dentro de la vivencia salesiana ha sido muy rica las experiencias de misiones que llevamos adelante, tanto en verano como en invierno y en barrios y ciudades, pero también la experiencia de contacto con las Misiones “Ad Gentes”, misiones fuera de fronteras. Por distintas razones he estado vinculado con los ocho salesianos uruguayos que están en África, en Angola estuve 10 días compartiendo una experiencia. Hay, también un salesiano en Etiopía.


-¿Pero también asumiste trabajos con la Conferencia de Religiosos del Uruguay?

- Otra experiencia muy rica fue el haberme integrado a la CONFRU (Conferencia de Religiosos de Uruguay). Al ser provincial participé de la Asamblea y fui elegido Presidente de Confru. Fue también un desafío adquirir una experiencia de servicio a la Iglesia más allá de la congregación. Lo vivido con la Junta Directiva de la Confru, que es un grupo hermoso de gente, me permitió descubrir otras realidades de vida religiosa en América Latina al participar de dos Juntas Directivas, una en Brasilia y otra en Haití.


.¿Ahora, el futuro?

-En los próximos años me veo en las manos de Dios y al servicio completo del señor Arzobispo, si bien uno es servidor como obispo de la iglesia Universal, el ser obispo auxiliar se concretiza en un servicio concreto a la Arquidiócesis de Montevideo, y a ponerme a disposición de Nicolás junto con el otro Auxiliar, MiltonTróccoli, para lo que él me indique. Voy con disponibilidad de corazón a lo que monseñor Nicolás quiera encargarme. Y tratando de llevar el aporte que pueda dar por mi experiencia de vida, al servicio de toda la Arquidiócesis. Obviamente tendré que aprender mucho porque hay mucho que no conozco.Pero estoy con ganas de aprender y de servir haciendo el duelo de dejar la vida fraterna salesiana y ponerme en las manos de Dios.









Mensaje Navideño del Obispo Diocesano


Mensaje de Navidad de Monseñor Pablo Galimberti.


Que el Niño Jesús haya nacido en la noche, según el texto evangélico, tiene un significado esperanzador. Desde los inicios de la creación  oscuridad y luz son un binomio inseparable. Como el vaivén de la vida humana, entre certezas e incógnitas.    

Cuánto desearíamos que la luz de la Nochebuena trajera certezas a los legisladores para que no duden en defender la vida humana desde la concepción. La ciencia lo afirma. Salvo que sea en defensa propia, matar es una violencia que no debería quedar impune. Asombra que algunos integrantes de la comisión de salud del senado argumenten a favor de  “permitir” matar vidas humanas hasta la semana duodécima. ¡Lógica absurda, que lo que un día es lícito al día siguiente sea asesinato! ¿Acaso no era vida humana 24 horas antes?

Cuando se viola el primero de los derechos, nacer, los demás palidecen. ¿Entenderá un niño que no debe matar a palos a un perro? Comparado con una vida humana que se elimina fácilmente, verá esto como un juego inocente! Además, un niño pequeño conoce intuitivamente, después que su mamá le hace ver una ecografía, que pronto se agrandará la familia. 

Hay una historia que se repite. Cuando el nacimiento de Jesús, rey, llegó a oídos del macabro Herodes, que había asesinado, entre muchos, a su esposa, a su madre, a su hijo mayor y a dos hijos de éste, ordenó matar a todos los niños de dos años para abajo en Belén y alrededores. Cuando prevalecen los totalitarismos ideológicos, la vida humana vale poco o nada, la ciencia no sirve y las declaraciones y convenciones de derechos son letra muerta.

La misma historia. No faltan lugares para divertirnos. Pero para una madre embarazada los brazos de una sociedad envejecida se encogen. Al niño más esperado en la historia del pueblo elegido no lo reconocieron. Todos esperamos a Dios, al Mesías, pero ¡que avise el día, la hora y el modo en que va a llegar! De  lo contrario, será ignorado y hasta perseguido y crucificado.

¡Qué extraño! El Dios de los cristianos, todopoderoso, se hace pequeño, vulnerable y mendiga nuestro amor. No entra al mundo con la parafernalia de un show televisivo sino en la noche oscura y con olor de animales. Hay silencios que hablan y que no conviene tapar con estruendosos ruidos, como los de algunos espectáculos deportivos de donde se sale aturdido por las bombas.  

Días de movimiento, despedidas, encuentros familiares y emociones.  Pero oportunidad para cada uno, de escuchar a quien pide un lugar porque quiere nacer, mirar y escuchar, sonreír y llorar. Hoy enseña con su vida, mañana lo hará también con su palabra y sus milagros, mostrando que es el Hijo de Dios.

Extraño este mundo del revés: Dios no atropella; algunos imaginan que puso en marcha el mundo y ahora descansa como un anciano de barba blanca. A veces nos preguntamos por qué no interviene cuando muere gente por hambrunas y guerras, cuando niños inocentes son asesinados antes de nacer, cuando la violencia golpea a mujeres o cuando en un matrimonio el amor se enfría y cada uno arranca para su lado…

Días navideños en que aumenta la agitación y aparecen ausencias y nostalgias y hasta nos brota una lágrima ante un pesebre, o revivido por la magia ingenua de los niños, o al escuchar una melodía navideña.  

Tanta pureza en tanto barro. Tanta paz entre tantos conflictos. Tanta verdad junto a tantas mentiras, las de cada uno en primer lugar.

Jesús mendiga un lugar para nacer. Lo percibimos quizás al llevar la mano al corazón donde asoman rostros en el espejo del alma. Quizás comprobemos su ausencia o lejanía y la necesidad de hacerlos presentes, mediante el agradecimiento o el perdón, como vivencia entrañable de tantas Nochebuenas felices.   

Cada Navidad es una oportunidad en la vida. ¡Feliz noche mala que se vuelve buena! Agarremos esa mano, está desarmada, es de un niño; dejémonos mirar por ese mendigo que se nos acerca. El cuenta conmigo para lavar la cara y el corazón al mundo, que a veces funciona como máquina trituradora pero necesita un abrazo de paz!

Feliz Nacimiento del rostro luminoso y la mano amistosa que invitan a la alegría porque ha nacido el Salvador!   





18 dic 2011

Las "grietas" de un caño



Columna del Obispo Diocesano, Mons. Pablo Galimberti

Un recorrido al año que termina es como un paisaje de luces y sombras, al estilo de las pinturas de Rembrandt. Y si con artimañas lográramos borrar las sombras, resultaría un cuadro sin contrastes, carente de misterio, belleza y profundidad. 
A esas sombras que caminaron con nosotros durante este año, propongo llamarlas “grietas”: la magia del cuento “las dos vasijas y el aguatero” nos guiará.  

“Un aguatero tenía dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que, a la manera de un yugo, cargaba sobre los hombros. Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final de un camino sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente.
La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros pues se sabía idónea para los fines para los que había sido moldeada. Pero la vasija agrietada se lamentaba por su defecto que le impedía cumplir correctamente con su tarea. Y al cabo de dos años le dijo al aguatero:

-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del dinero que deberías recibir por tu trabajo.

El aguatero le contestó: Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.

Así lo hizo la vasija y pudo comprobar, efectivamente, muchas flores hermosas al borde del sendero; pero siguió sintiéndose apenada porque al final del trayecto diario sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua con que la habían llenado.

El aguatero le dijo entonces:

-¿Te diste cuenta que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas. Si no fueras como eres, con tu capacidad y tus límites, no hubiera sido posible crear esa belleza.
Todos somos vasijas agrietadas, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener frutos inesperados”. Hasta aquí el cuento.

Las dos vasijas son como nuestras dos caras. Nos molesta el lado oscuro cuando lo vemos sólo como desgracia, carencia, molestias, miedos, metas no alcanzadas o tropiezos. Fácilmente cedemos ante la presión de la sociedad competitiva, que alienta el éxito inmediato y maquillamos las grietas personales. A la tela de Rembrandt le suprimimos las sombras. Pero ¿qué pasaría si con humildad y valentía no sólo las aceptamos sino que comprobamos que además riegan flores? A veces, a causa de una perspectiva económica y narcisista, a la hora del balance de la vida y sus peripecias durante un año, atendemos a los logros económicos o materiales, sin percibir ni adivinar el valor y la belleza de las pequeñas cosas diarias que crecen en nosotros y en nuestro entorno. Quizás creció la paciencia o el amor a nuestras íntimas aspiraciones, en el matrimonio, en la propia familia o en el trabajo.

El cuento nos permite aproximarnos, con ojos nuevos, al acontecimiento del pesebre navideño. Entre límites y asperezas, animales, olores y frío invernal, cuánta dignidad y tesoros ocultos, cuánta paz y serenidad. El Niño, Hijo de Dios, abraza mi arcilla y mis grietas, la tierra oscura y rebelde. En ese pesebre duerme y respira el mundo reconciliado.

En ese niño débil está la fuerza que lo sostiene; en ese lugar marginal nace el abrazo que reconcilia al universo. Ese niño frágil que “en sus bracitos lleva una cruz” aligera nuestras cruces, molestas y amargas, para cambiarlas en cruces de amor, fidelidad, solidaridad y perdón.

El Sabio aguatero, conocedor de nuestras vacilaciones y talentos,  siembra semillas y oportunidades para que, sin llevar la cuenta,  cultivemos un mundo más armonioso. Donde el consumo desenfrenado no inspire la convivencia, donde la ecología ambiental vaya de la mano con la ecología humana, donde la Sabiduría del aguatero devuelva la sonrisa a los corazones tristes y culpabilizados, haciendo crecer flores que alivian fatigas.  

Que el Niño ensanche la capacidad de ayudar y transformar en flores las vasijas agrietadas de los que están a nuestro lado.

Columna publicada en el Diario “Cambio” del 16 de diciembre de 2011









11 dic 2011

RESTAURACIÓN

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10 dic 2011

EL PAPA DESIGNÓ UN NUEVO OBISPO AUXILIAR



CONFERENCIA EPISCOPAL URUGUAYA


COMUNICADO DE PRENSA
Sábado 10 de Diciembre de 2011

EL PAPA DESIGNÓ UN NUEVO OBISPO AUXILIAR PARA LA ARQUIDIÓCESIS DE MONTEVIDEO



El Papa Benedicto XVI designó hoy al sacerdote salesiano P. 
Daniel Fernando Sturla Berhouet SDB,Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo. El Padre Sturla es oriundo de Montevideo y tiene  52 años de edad. Desde el año 2008 se desempeña como Inspector Salesiano en Uruguay.
                                          
El nuevo Obispo fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1987 y desde muy joven presta servicios de responsabilidad dentro de la Congregación Salesiana. Hace dos años fue elegido Presidente de la Conferencia de  Religiosos del Uruguay (CONFRU).

El  nombramiento del P. Sturla como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo, asignándole la sede titular de Felbes, fue hecho público hoy por la Santa Sede, a las 12 hs de Roma (9 hs de Uruguay).

Con este nombramiento, el episcopado uruguayo pasará a estar conformado por 10 obispos residenciales, 3 obispos auxiliares ( 2 en Montevideo y 1 en Canelones) y 5 obispos eméritos, dos de los cuales no residen en el país .

Curriculum Vitae

El P. Daniel Fernando Sturla Berhouet SDB, nació en Montevideo el 4 de julio de 1959, y fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1987.

Realizó sus estudios escolares y liceales (hasta 4° año) en el Colegio San Juan Bautista, de los Hermanos de la Sagrada Familia. Obtuvo el Bachillerato en Derecho Civil en el Instituto Juan XXIII, y realizó sus estudios de Filosofía y Ciencias de la Educación en el Instituto Miguel Rúa, de los Salesianos, en Montevideo.

Cumplió su tirocinio práctico en los Talleres Don Bosco (1982-1983). Estudió la Teología en el entonces Instituto Teológico del Uruguay, Mons. Mariano Soler (1984-1987), obteniendo allí el Bachillerato en Teología. Posteriormente, en 2006, accedió a la Licenciatura en la Facultad de Teología del Uruguay, Mons. Mariano Soler.

El  P. Sturla desempeñó diversos ministerios pastorales, de los que a continuación se detallan los más importantes:

1988-1990 Consejero de estudios en Talleres Don Bosco.
1991-1993 Vicario del Noviciado y Posnoviciado Salesiano.
1994-1996 Director del Aspirantado Salesiano.
1997-2002 Director y Maestro de Novicios.
2003-2008 Director del Instituto Preuniversitario Juan XXIII
2007-2008 Profesor de Historia de la Iglesia en América y Uruguay, en laFacultad de Teología del Uruguay.

El 28 de octubre de 2008  fue elegido Inspector Salesiano en Uruguay.

Desde el 27 de mayo de 2009 es Presidente de la Conferencia de Religiosos del Uruguay (CONFRU).

Ha publicado:
 "1916-1917: Separacin de la Iglesia y el Estado en el Uruguay", Instituto Teológico del Uruguay Mariano Soler, Libro Anual, 1993
"¿Santa o de Turismo? Calendario y secularización en el Uruguay", Instituto Superior Salesiano, colección Proyecto Educativo, 2010

El 10 de diciembre de 2011 fue nombrado Obispo Auxiliar de Montevideo.